Se vende la Bodega a Grupo Carbonell, en contra de los deseos de la rama de la familia de la que descienden los actuales propietarios. Este hecho supuso un golpe muy duro para el entonces presidente, Rafael Rivero Dávila, llegando a costarle la vida, pues, tras años de batallas legales para su recuperación, sufrió un fallo cardíaco cuando supo que no había posibilidad alguna de seguir reclamando.